Moshekwa Langa nació en 1975 en un pueblo perdido de la Sudáfrica profunda, Babenberg, un lugar propicio para que un niño tenga sed de ciudad, de ruido, y de noches agitadas. Aprovechó su participación en un programa de formación de la prestigiosa Rijksakademie, en 1997, para emigrar a Ámsterdam donde vive desde entonces.
Desde sus inicios, su tema de predilección gira en torno al carácter movedizo de las fronteras y a los desplazamientos de población. Su trabajo cuestiona la realidad cambiante de la globalización y sus consecuencias sobre la vida de los individuos. Siente la necesidad de reinventar una identidad a partir de fragmentos dispersados. Compone y juega con dos espacios. El de su país -a la vez virgen y maculado-, con su topografía compleja, en el que físicamente los townships y los homelands parecen las puntas de una piel erizada, y mentalmente dividido por las leyes raciales del apartheid. El segundo remite a su historia personal, hecha de rupturas territoriales, de desplazamientos y separaciones. ''Where I begin'', muestra la lenta progresión de una fila de pies pisando la tierra roja, a la espera de subirse a un camión.
Su última exposición en la Goodman Gallery, en Ciudad del Cabo, se titula ''The inheritance of loss'' (la herencia de la perdida). Presenta en ella una serie de obras sobre papel inspiradas de una novela de Kiran Desai, una escritora india que vive en EEUU, galardonada con el Broker Prize en 2006 para una obra del mismo nombre. El recorrido migratorio de estos dos creadores es paralelo. Los dos son los frutos del multiculturalismo y del postcolonialismo.
''The inheritance of loss'' es la confrontación de dos destinos. El de una huérfana que, después de encontrar refugio en casa de su abuelo, una juez misántropo que vive en las laderas del Himalaya- se enamora de su preceptor fundamentalista y experimenta el sufrimiento, el aislamiento, y la espera. El otro personaje es hijo de un cocinero. Se marcha hacia EEUU, donde ''los pobres comen como príncipes''. Dispuesto a todo para integrarse, acumula los trabajos precarios y duerme en refugios improvisados. Vive como un fugitivo, y forma parte de los marginados.
Kiran Desai y Moshekwa Langa coinciden cuando dicen que el sufrimiento está en todas partes, para la gente que sueña con otros lugares, de los que les cuesta tanto acercarse y cuya realidad les decepciona tanto. Ocultan su amargura, consecuencia de su rechazo por parte de la sociedad occidental, detrás de un muro de inhibición y rabia. A las desilusiones de un nuevo mundo corresponde el caos de países presos de los delirios nacionalistas y de las constricciones de la tradición. Los pobres no tienen elección, ya que sus alternativas no son reales.
Moshekwa Langa emplea un lenguaje estético sencillo, expresivo, que va más allá de la obra plásticamente bien hecha. Utiliza una red densa de pensamientos y significados cuya fragilidad material refleja a la vez una gran violencia. Superficies lacadas, sin marcos, dibujos hechos con lápices de color, tinta china o bolígrafo, collages, papel, materiales reciclados e hilos de lana son sus soportes habituales. Mapas, pinturas figurativas crudas, nubes entrelazadas, siluetas esbozadas...toda esta iconografía atemporal refleja la vida de una sombra, siempre en movimiento, que cambia de lugar, de nombre, de dirección y de país al hilo de la demanda económica o de leyes restrictivas. Es invisible y clandestina siempre. Desenreda unos ovillos de lana que representan viajes potenciales, une partes de los mapas o al contrario, los cubre de negro, tacha algunos nombres y dibuja puzzles ''geo-maniáticos''. Coge palabras o trozos de frases que provienen de la cultura callejera o de la historia del arte y las garabatea en un momento, en unos cartuchos que se asemejan a unas trampas. Los mezcla con unas nubes bien dibujadas, formando así unas estructuras alternadas, enigmáticas y densas donde los medios populares y los pensamientos se mezclan para formar los libros de historia de las vidas ordinarias.
Moshekwa Langa es un artista reconocido. Su trayectoria se caracteriza por una gran honestidad que inspira respeto. Sin desviarse un ápice del camino que se ha trazado, reúne en si mismo las disparidades de un mapa mental del deseo de exilio, de un nomadismo impuesto, culturalmente vacío y abocado a la mera supervivencia, así como la imposibilidad de la vida, aquí y fuera. Sus instalaciones, sus videos y collages, a menudo provocativos, reflejan su voluntad férrea de enfrentarse al poder. Resiste a la voluntad del poder de fijar las identidades. Las fronteras son tan injustas como obsoletas en un contexto de migraciones mundiales, y en la era de una nueva identidad transnacional e ilusoria.